¿Qué es la Doctrina Nacional?
No
creemos en izquierdas ni en derechas, ni estamos en el centro de ambas
posturas; estamos por encima. Se trata de comprender que hay
circunstancias en nuestra historia que dividieron claramente las aguas.
Las luchas por la independencia, la Vuelta de Obligado, Malvinas, la
deuda externa, son sólo algunas. De un lado está siempre el interés de
la Nación Argentina, que es un hecho concreto, y del otro los intereses
foráneos o los de algún sector determinado. Nosotros creemos que la
Nación está primero y por encima de los individuos y los sectores que la
componen.
Por eso, el objetivo
de toda nuestra acción debe ser el engrandecimiento de la Nación y la
búsqueda del bien común de los argentinos, es decir, de la comunidad
nacional toda, en cuyo seno deben convivir los distintos grupos y
personas en forma armónica. Por desgracia, con demasiada frecuencia los
intereses particulares o sectoriales se impusieron a los de la Nación e
incluso hubo (y hay) argentinos capaces de aliarse con intereses
contrapuestos a los de la Argentina si ello los beneficia. Por eso
nosotros defendemos el concepto de Nación soberana, que es la Nación que
es capaz de determinarse a sí misma, de elegir qué modelo de economía,
de educación o de salud le conviene, por ejemplo.
Pero esta idea tiene hoy un gran enemigo: la globalización, que busca
el fin de las soberanías nacionales y su sustitución por un Nuevo Orden
Mundial político, económico y cultural, que desnaturaliza al ser humano
al negarle sus raíces y en el cual, no lo dudemos, no llevaremos
nosotros la mejor parte. Entendemos el nacionalismo como una totalidad:
la soberanía sobre nuestro territorio es importante, más aún, ¡es
sagrada!; la soberanía política también lo es, porque significa que las
decisiones que afectan la vida de millones de argentinos se tomen en la
Argentina y por argentinos; lo mismo puede decirse de la independencia
económica, porque si tenemos que comprarle a otro país los recursos,
alimentos, la energía, la tecnología o cualquier otro producto del cual
no podemos prescindir, nuestra capacidad de determinarnos a nosotros
mismos queda condicionada. Igual que cuando pedimos un crédito a algún
organismo internacional y luego tenemos que soportar que se nos diga qué
sistema educativo o qué política de población debemos seguir.
Pero la soberanía también debe ser defendida en otro plano. Hablamos
por eso de nacionalismo cultural: es la conciencia de que somos una
comunidad humana concreta, con una cultura, con tradiciones, con un
territorio, un pasado y un Destino Común lo que determina luego la
voluntad política de defender nuestra soberanía en todas las áreas. No
es casual que desde la “contracultura” se agreda tan sistemáticamente a
nuestra identidad nacional.
Y
nuestra idea del nacionalismo es profundamente argentina: no es una
expresión importada, sino que aflora libremente de nuestro espíritu de
hijos de esta tierra. No tenemos ninguna necesidad de imitar ninguna
experiencia ajena a nuestra esencia: tenemos nuestros pensadores e
ideas; tenemos hombres ejemplares y gestas de los cuales estar
orgullosos; ya tenemos las marchas e himnos que nos pondrán la piel de
gallina; ya tenemos las consignas, los símbolos, la mística.
Como diría el Padre de la Patria, general don José de San Martín: ¡seremos lo que debemos ser, o no seremos nada!
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